Una de las cosas que, musicalmente hablando, más me molestó de esta pandemia, fue estar tantos meses sin ver a un grupo que estaba lanzado a tumba (y no precisamente la de Johnny Cash) abierta. Sus conciertos estaban siendo demoledores, una auténtica conmoción, el público los disfrutaba sin frenos, podías ver a la gente totalmente identificada con esta banda, con lo que ofrecía, con su concepto, con sus mitos y con sus leyendas. Yo estaba entre ese público y, como digo siempre, me siento rejuvenecer treinta años cuando los escucho. En sus conciertos sufro una mutación festiva que me hace volver a tener acné juvenil y las hormonas en ebullición.
Por suerte, la espera, larga, llegó a su fin. Por fin pude volver a verles, y aunque me habría gustado que fuera en un sitio más acorde a su espíritu, oscuro y sudoroso, no me quejo. Al contrario, aplaudo la experiencia y ojalá siga funcionando este mercadillo de discos y ofreciendo música en directo. El hecho de tener lugar en un centro comercial, atrae (es innegable) a otro tipo de público y eso siempre es bueno para dar a conocer músicas más «minoritarias».
El concierto, acelerado y breve como siempre y como nos gusta. En esta ocasión, con dos invitados de lujo, Monje de Larsen y Manolo UVI interpretando un himno de mi juventud, «Amor Frenopático». Menudo bombazo. Regresión (feliz) a la adolescencia. El nuevo disco, con cuatro pelotazos sin misericordia alguna e incluso con un instrumental. Annie Baby y J. Horror, como siempre, encantadores. ¿Qué más se puede pedir para un domingo? ¿Una psicofonía de Johnny Cash en directo?
10 mayo 2021