Si como dice el bueno de Carlos Yela, la música surf (y por ende la instrumental) es, a día de hoy, la verdadera música underground, hacer música instrumental en Valladolid es como hacerlo en las profundidades del magma terráqueo, algo que solo sale a la luz cada cierto tiempo en forma de erupción volcánica, pero que, mientras, se encuentra oculto a la vista de los humanos que pueblan la superficie terrestre, ignorantes de lo que se cuece bajo sus pies.
Pero Valladolid es la tierra que vio nacer, entre otros, a Felipe II y al Empecinado, hombres que no se detuvieron antes las adversidades. Así que los miembros de los Magnificats dijeron un día: «¿que es complicado defender un repertorio instrumental en Valladolid? Pues nosotros hacemos unos de 180 temas». Ahí queda eso.
Y en estas que, para celebrar sus once años de historia, Manuel de Delia Records les lanza el guante de, en vez de tocar en su tienda (donde han dado previamente dos conciertos de categoría) celebrar la efemérides en el Rock Palace, un garito de aforo importante y además a la hora tan española -y tan difícil – del vermú. Todo un reto ante el que los castellanos no se arredran.
El resultado se puede ver desde dos puntos de vista. El primero, el de la afluencia de público. Por si se os ha olvidado la cruda realidad, podéis volver a releer el primer párrafo: la música instrumental es hoy en día la verdadera música underground, y es difícil que un concierto de este tipo movilice a mucha gente, e incluso en esta ocasión se echó de menos a muchos de los habituales. En cualquier caso, la entrada fue muy digna y además de calidad, con gente conocedora de la escena y de los sonidos sesenteros. Como en otras ocasiones, lo siento por los que no acudieron, porque se perdieron un concierto memorable.
El otro punto de vista desde el que analizar este evento, fue precisamente el de la calidad del concierto. Los Magnificats son una banda de categoría, con músicos que saben lo que se hacen, con estilo, elegantes. Respetuosos con los temas que versionan y a los que imprimen su toque personal, al que contribuye especialmente Luis Güezmes. Para la ocasión se marcaron un repertorio de veinticuatro temas más dos bises (elegidos por sorteo mediante unas papeletas en las que los asistentes elegían dos canciones entre diez propuestas por la banda). Previamente, había calentado el ambiente el propio Carlos Yela, con una exquisita selección de temas instrumentales españoles sesenteros. Ya puestos en faena, pasaron por estilos de todo tipo, por canciones conocidísimas por el público (que las coreó a pleno pulmón) y por canciones menos populares pero imprescindibles. Tocaron sus propios temas que son de altísimo nivel y encima contaron con un speaker de lujo, Javi Alaíz, que nos hizo reir a carcajada limpia. Con la compra regalaron unas chapas conmemorativas de su undécimo aniversario, entre las que destacaba la que rezaba «NO, NO CANTAMOS» que muestra a las claras no solo su compromiso con la música instrumental, sino el descaro y el buen humor con el que enfrentan la sobada y absurda pregunta de marras. Recibir esta chapa fue el colofón y el resumen de lo que sentía cuando salía por la puerta del Rock Palace: que me había divertido a lo grande, me había reído y llevaba una sonrisa de oreja a oreja. Y esto, para mí, es haber ganado la batalla a la que se enfrentaron.
No quiero dejar de comentar el aspecto más importante para mí de todo esto, el aspecto humano. Y es obligado que comente la relación tan especial que tengo con Javi Alaíz. Nos hemos visto pocas veces, aunque bien es verdad que una de ellas fue en un mítico Surforama. Pero creo, y espero que él piense lo mismo, que conectamos desde el primer momento. Tiene la pasión de un kamikaze y la chispa de un genio. Un cerebro en el que bullen ideas de todo tipo que contribuyan a dignificar esta música que le apasiona. Un tío con el que te descojonas de la risa. Y que nunca deja que tengas la mano sin una cerveza. Aunque sé que muchos pensaréis que por eso me cae tan bien…