El concierto del Wurlitzer fue enérgico, vibrante, lleno de contratiempos y por ello más intenso. Pero dejemos la música aparte un momento. Aunque Alfredo, Jordi y Ander no supieran tocar ni unas miserables castañuelas, eso no cambiaría la impresión que me han causado después de coincidir tres veces con ellos este año. Tres ocasiones llenas de risas, cervezas, sudor y testosterona. Tres tíos íntegros de los pies a la cabeza. Tres amigos que me quedan para siempre. Y que además tocan de puta madre, y tienen unos temas tremendos que levantan de su tumba a un muerto. Aunque eso deberíais comprobarlo por vosotros mismos la próxima vez que los tengáis a tiro. No es una recomendación, es una obligación. Y de paso os tomáis una cerveza con ellos a mi salud.